Esto es para los pocos, porque los muchos, ni nos aceptan ni nos comprenden, dice un gran filósofo.
Los pocos estudian, disciernen, reflexionan, investigan y comprueban.
El hombre guarda una relación directa con la naturaleza; es la mayor escala que hay en el planeta, más no es el rey de ella, hace parte de ella.
Para ser rey, debe ser dueño de su naturaleza interna.
¿ De dónde vengo? Para dónde voy? Qué es la vida? qué es la muerte?
Vivir por vivir, existir por existir; nacer, crecer, estudiar, trabajar, gozar, sufrir, reproducirse, envejecer y morir…
¿Qué sentido tubo su vida? Tantos afanes para qué?
¿ Quién es Dios? Unos lo afirman, otros lo niegan. Pocos son los que investigan sobre estos interrogantes.
Se dice que Dios está en todas partes. Dios es la inteligencia o conciencia que anima el movimiento, de lo infinitamente grande a lo infinitamente pequeño. Es la vida que palpita en cada átomo y en cada sol.
Todos los principios religiosos han hablado de tres aspectos: KETHER – CHOKMAH – BINAH, PADRE – HIJO – ESPÍRITU SANTO, BRAHMA – BISNÚ -SHIVA…
Estos tres aspectos los tenemos en el átomo: PROTÓN, NEUTRÓN, ELECTRÓN. Estos tres aspectos, hay que verlos como fuerzas que dan vida.
El átomo es un sistema solar en miniatura, obedeciendo a una conciencia que está en el núcleo. Así como en cada sistema solar está el sol como protón o conciencia mayor que dirige a los planetas; así también hay un sol central en la galaxia, en donde miles de sistemas solares giran alrededor de ese protón mayor o conciencia que dirige ese universo.
Ese sol central, se conoce como Sirio o el gran Can. Hay una mecánica celeste, pero sus movimientos están supeditados a una conciencia o fuerza que se conoce como Dios.
Penetrar en el mundo atómico, desconociendo las leyes que lo rigen, es ocasionar un caos catastrófico en el infinitamente pequeño universo.
Por eso hoy vemos un desequilibrio casi total en la naturaleza humana y en la exterior.
El hecho de que el electrón, como corpúsculo, danza alrededor del núcleo» para ser domesticado», y necesita menos de una milmillonésima parte de segundo para obedecer, es algo que nos invita a los pocos a reflexionar.
Quién guía de una manera tan matemática y exacta los movimientos atómicos? Muchos dirán que la mecánica de la naturaleza. Muy bien; y podrá existir mecánica sin mecánico? No. Entonces, si se nos ha hablado de una mecánica, por fuerza se tienen que aceptar los principios inteligentes que dirijan los movimientos de esa mecánica.
Ya el doctor Krum Heller, sabio alemán, había afirmado que un átomo es un trío de materia, conciencia y energía.
La materia es la forma perceptible por el microscopio, su constitución. La energía es la dinámica del movimiento, y la conciencia, es la inteligencia que guía tan sabia mecánica del movimiento atómico.
Si todo en la naturaleza está constituido en última síntesis por partículas atómicas y sub-atómicas, cualquier cuerpo tiene su conciencia atómica, sea mineral, vegetal, animal o humana.
Son pocos los que lo han vivenciado; esta ciencia es para los pocos, porque la mayoría lo negarán.
Por eso es mejor estudiar a la naturaleza en plena actividad, para conocerla mejor.
Volvamos al átomo: El electrón gira alrededor del núcleo, pero ese giro que hace, lo hace en forma de 8, o símbolo del infinito. Cada vez que pasa cerca del protón y del neutrón, se carga de la fuerza de los dos.
El movimiento que hace el electrón, es en la parte física, pasa a la cuarta, quinta y hasta sexta dimensión, y puede ser visto en varios lugares al mismo tiempo.
El origen del átomo hay que buscarlo en la sexta dimensión, es decir, en el mundo electrónico, el mundo de Atman.
Mientras no se tenga nueva tecnología que permita ver la 4ª y la 5ª dimensión, solo tendremos esquemas de lo que creemos que es.
No hay otra creación en la naturaleza que nos dé la explicación del infinito, sino el átomo. El número 8 es justamente el número del infinito, y lo describen los electrones alrededor del núcleo ( protón y neutrón).
En este mundo se sucede el movimiento de los electrones, dándonos a entender, cual es la relación que existe del Cristo como fuerza, con el Padre ( protón ) y con la Madre (neutrón ). Es decir, son las dos fuerzas alrededor de las cuales gira la tercera fuerza, el Hijo ( electrón ).
Los electrones son los hijos de un núcleo formado por protones y neutrones.
Analizado desde el punto de vista científico gnóstico, los electrones giran cargándose de las fuerzas de los protones y los neutrones.
Cuando el electrón, por decirlo así, adquiere la sapiencia de los padres ( protón y neutrón ), se escapa de su órbita, y está preparado para formar un nuevo núcleo, es decir, se convierte en padre o madre ( protón , neutrón ) la conciencia atómica.
Al formar un centro de gravitación en cualquier lugar del espacio, empieza a moverse dentro de ese electrón una carga que se rechaza inmediatamente.
Esto lo vemos en los imanes, donde dos polos iguales se repelen y dos diferentes se atraen.
Al no soportar ese electrón esas dos cargas, se desprende una de ellas, y se ubica a cierta distancia, en concordancia con la carga energética que tiene. Se da entonces una relación de atracción-repulsión entre ellos, como macho y hembra, dando como resultado un núcleo y una órbita, la formación de un nuevo átomo.
De esta manera, vemos como decía Hermes Trismegisto: igual que es arriba es abajo. El proceso de padre – madre- hijo, se da en el átomo, en el microcosmos hombre, y también en los sistemas solares.
Hernán Ávila
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